Carnaval y Carnavalización

Carnaval reino utópico de la libertad, de la universalidad y de la igualdad humana, donde las tensiones no se rompen sino que se concilian. En la Edad Media era la segunda vida del pueblo. La visión carnavalesca del mundo medieval sería la de una segunda vida, un segundo mundo de la cultura popular, la parodia de la vida ordinaria.

El Carnaval desaparece con la distancia entre los hombres, entre lo sagrado y lo profano, es la parodia del cotidiano, una parodia que niega, rescata y renueva. Una parodia que refleja un mundo no oficial, rompiendo momentáneamente con las relaciones de jerarquía, privilegios, reglas y tabúes. Es la ruptura del tiempo cronológico y lineal, un regreso del hombre al tiempo mítico de los orígenes.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Francisco Felix de Souza, el último negrero



“Por aqui rodeamos larga parte
De África, que dejábamos a Oriente:
De Jalof la provincia, que reparte
A una y otra nación la negra gente:
La muy grande Mandinga (por cuyo arte
Logramos el metal rico y luciente),
Que del corbo Gambéa el agua admite,
Que entra luego en la concha de Anfitrite”.

(Los Lusíadas – canto V, verso 10)

El mestizo brasileño Francisco Felix de Souza es figura de gran controversia y polémica cuando el asunto es la trata de esclavos y el tráfico negrero. Los libros didácticos brasileños no lo mencionan, la historia oficial le da poca o ninguna importancia, y ese mercader y traficante de esclavos es más conocido en África que en Brasil


Nació en Bahía en 1754, llegó a África a los 23 años, primero como comerciante, después para servir como secretario en la fortaleza portuguesa San Juan Baptista de Ouidah ( São João Baptista de Ajudá) construida en el siglo XVII y ligada administrativamente al virrey de Brasil. Cuando administrador de la fortaleza, Francisco Felix la transformó en la factoría de almacenamiento de esclavos.


En 1818 en una disputa entre el rey Adondazán y su hermano Guezo, Francisco Felix se vuelve aliado de ese como proveedor no solo de armas de fuego, sino también de tejidos finos, tabaco, aguardiente y otros bienes distribuidos para conquistar apoyo. Victorioso, Guezo le da el título de Chachá, “el mejor” o “el primer amigo del rey”, además de nombrarlo agente comercial por lo cual cabría la preferencia en la venta y trata de esclavos en el puerto de Ouidah – la más importante ciudad del reino de Dahomey.


Francisco Felix de Souza, el hombre más rico del siglo XIX transportaba en sus navíos esclavos, esposas para los sultanes, corrales de ganados, pocilga, ñame, mandioca, maíz y la palma dendé. Poseía un harén de más de 1.000 esposas, tuvo más de 80 hijos y cuando murió dejó más de 12 mil esclavos. Sirvió de intermediario entre el reino del Dahomey y el mundo exterior. Durante un siglo por cuenta de esa conexión, “el Atlántico fue un rio”. De un lado las Américas, del otro África.


Según el embajador y escritor Alberto da Costa e Silva, Francisco Felix de Souza murió el 8 de mayo de 1849, luego, el rey Guezo envió dos de sus hijos acompañados de 80 amazonas para los ritos funerales y siete personas que fueron sacrificadas, además de 51 piezas de ricos tejidos del reino una para cada hijo vivo del Chachá.


Ignorado por los libros, el negrero más importante y poderoso de su tiempo y que dominó el tráfico negrero en la “Costa de los Esclavos” en los 40 años del siglo XIX, tuvo su vida transformada en película – “Cobra Verde” de Werner Herzog; novela “El virrey de Ouidah” de Bruce Chatwin – y en detalles la vida, la trata y el tráfico de esclavos en el libro “Francisco Felix de Souza, Mercader de Esclavos” de Alberto da Costa e Silva.


Hoy, los descendientes del Chachá viven en Benín, antiguo Dahomey de colonización francesa, no hablan portugués, pero guardan la herencia cultural de sus abuelos y se autodenominan brasileños. Son los agudás.