Carnaval y Carnavalización

Carnaval reino utópico de la libertad, de la universalidad y de la igualdad humana, donde las tensiones no se rompen sino que se concilian. En la Edad Media era la segunda vida del pueblo. La visión carnavalesca del mundo medieval sería la de una segunda vida, un segundo mundo de la cultura popular, la parodia de la vida ordinaria.

El Carnaval desaparece con la distancia entre los hombres, entre lo sagrado y lo profano, es la parodia del cotidiano, una parodia que niega, rescata y renueva. Una parodia que refleja un mundo no oficial, rompiendo momentáneamente con las relaciones de jerarquía, privilegios, reglas y tabúes. Es la ruptura del tiempo cronológico y lineal, un regreso del hombre al tiempo mítico de los orígenes.

jueves, 1 de abril de 2010

¿Quién hizo los mundos?


Al principio no había nada. Nada de nada.


No había mundo. No había luz. Desde las puras tinieblas, montado en Katachillay, una estrella de la constelación Osa Mayor, vino Kon Illa Tecce, el Creador, el origen del Universo, la Luz Eterna, el Dios de Pirúa.


Este mundo, sobre el que estamos parados; el mundo de arriba, que llamamos cielo, y el mundo de abajo, que está bajo la tierra o recubre el agua, los hizo Kon. Llegó desde el norte, el septentrión. Era alto. No tenía huesos. Había pasado la edad de mozo. Vestía una túnica blanca, larga hasta los pies, ceñida al cuerpo. Era flaco, y sobre el cabello llevaba una corona. Caminaba a paso vivo, y en la mano llevaba una vara. Para acortar camino bajaba las sierras al nivel de los valles o subía los valles con su sola voluntad. De su palabra atronadora surgió todo lo que existe.
Kon hizo los demás dioses para que le hagan compañía, y los puso en el cielo. Hizo la Luz, el Sol, y las estrellas. Hizo la Luna. Creó el alba. Hizo los colores. Al Sol le dio la inmensa luz que irradia y poder sobre los días, los tiempos, los años, los veranos; todas las cosas. Le dio la Luna por esposa. Kon Illa Tecce la hizo señora del mar y de los vientos, de las reinas y princesas, del cielo nocturno y de las mujeres parturientas. Los incas la llaman Colla, “reina”. A la aurora la hizo señora de la madrugada, de los crepúsculos y de los celajes. Cuando sacudía la cabeza esparcía rocío sobre la tierra. Los incas la llaman Chasca, estrella.


Al planeta Júpiter le llamó Pirúa. La palabra Perú viene de Pirúa. Kon lo puso bajo su gobierno. Por eso los incas le ofrendan maíz y le encomiendan sus bienes, sus casas, sus tesoros, vajillas y armas. Aucayoc es el planeta Marte. Tiene a su cargo los asuntos de la guerra y los soldados. Catu Illa, Mercurio, cuida de los mercaderes, los caminantes y los mensajeros. Haucha, Saturno, cura las pestes y elimina hambrunas; es el dueño de los rayos y los truenos.


Después Kon hizo un gesto con la mano, y las sombras se apartaron. Frunció el ceño un instante, y surgió el hombre. Señaló hacia un costado, y, dibujada en el aire, apareció la mujer. Kon Illa Tecce quería a los hombres y los regaló muchos frutos y panes, todo lo que necesitaban para vivir. Pero los hombres, apenas creados, se trenzaron en guerras sangrientas. Para castigarlos, kon les quitó la lluvia, y la Tierra se abrió en grietas, llorando de sed. Las plantas murieron en sus surcos y la tierra se convirtió en arenales desérticos y estériles, como estos de las costas del océano.


Los hombres también hubiesen muerto, pero Kon les dejó los ríos, para que con su agua pudiesen regar y cultivar lo que necesitaban para vivir. Desde entonces, los hombres trabajan para comer.
Caminando, caminando, un día Kon- que su pueblo ahora llamaba Viracocha – llegó al valle del Cuzco. Plantó en la tierra la vara que llevaba e hizo que construyeran una huaca, un templo, en su honor. Donde el dios se sentó, hicieron un escaño de oro. Sobre él pusieron un ídolo de piedra de cinco varas de largo y una vara de ancho, y en esa piedra esculpieron esta historia.
Ese fue el templo mayor, el Coricancha. Los fieles acudían a consultar los oráculos y hacer sacrificios a Viracocha. Traían ofrendan de oro y de plata, que reflejaban el brillo de los rayos del sol. Aún se ven los muros de Coricancha: sobre ellos los españoles construyeron la iglesia de Santo Domingo.


Viracocha siguió andando y estableciendo pueblos. Un día llegó a Puerto Viejo y se metió en el mar, caminando sobre el agua como si estuviera encima de la tierra.
-Un día volveré –dijo. Y se alejó mar adentro a grandes pasos.

Este cuento – “Lo que cuentan los Incas” - fue extraído del libro de Aída E. Marcuse – CUENTAMÉRICA, Ed. Sudamericana.