Carnaval y Carnavalización

Carnaval reino utópico de la libertad, de la universalidad y de la igualdad humana, donde las tensiones no se rompen sino que se concilian. En la Edad Media era la segunda vida del pueblo. La visión carnavalesca del mundo medieval sería la de una segunda vida, un segundo mundo de la cultura popular, la parodia de la vida ordinaria.

El Carnaval desaparece con la distancia entre los hombres, entre lo sagrado y lo profano, es la parodia del cotidiano, una parodia que niega, rescata y renueva. Una parodia que refleja un mundo no oficial, rompiendo momentáneamente con las relaciones de jerarquía, privilegios, reglas y tabúes. Es la ruptura del tiempo cronológico y lineal, un regreso del hombre al tiempo mítico de los orígenes.

domingo, 15 de agosto de 2010

Los dueños de la Guanabara


¿Por qué conocemos poco o casi nada de nuestra verdadera Historia? ¿Nivel bajo de escolaridad?, ¿las dificultades de acceso a la Historia verdadera?, o ¿una gran intención de las instituciones para que la población se mantuviera ajena a sus raíces, con intereses políticos? La Historia del país no puede ser privilegio de algunos que la interpretan y la escriben consonante sus intereses.
(Milton Teixeira , historiador y profesor)

Cuando los colonizadores portugueses llegaron a la tierra que hoy llamamos Brasil, se estima que había cerca de dos millones de indios. Hoy no pasan de doscientos mil sobrevivientes de la esclavitud, enfermedades, atrocidades y holocausto. Al arribar al litoral en 1500 los lusos encontraron a los tupiniquins que habitaban la región de Porto Seguro en Bahía, y con esos mantuvieron un gran comercio, principalmente de un árbol de tronco rojizo y flor amarilla que los indios llamaban ibirapitanga.

Por no encontrar el tan precioso oro que los españoles hallaban con abundancia en Perú y México, los portugueses abandonaron el territorio por cerca de 30 años. Sólo en 1530 una nueva expedición comandada por Martim Affonso de Sousa llegó a la tierra brasilis. En 1532 fue fundado el Ingenio de azúcar de São Vicente en la capitanía del mismo nombre, donde los colonizadores entraron en contacto con los indios tupinambas.

Los tupinambás habitaban toda la orilla del litoral brasileños del norte al sur y recibían diferentes nombres de acuerdo con su localización o región que se encontraban. Desde el Espírito Santo hasta São Paulo, pasando por Rio de Janeiro, recibían el nombre de tamoios. En Rio de Janeiro tenían sus dominios desde Cabo Frio hasta Angra dos Reis, eran vecinos de los goitacases al norte, de los guaianás al sur y de sus grandes y feroces enemigos, los temiminós.

Los tamoios llevaban una vida comunitaria en la cual consideraban que sus integrantes hacían parte de una familia. No poseían construcciones duraderas de piedras o cualquier material resistente. Cuando aquí llegaron para fundar la Francia Antártica, los franceses encontraron los tamoios muy organizados socialmente. “Libres y felices, andaban desnudos, el gobierno no era ejercido de forma absolutista por un individuo sino repartido entre los jefes y un consejo de mayores, sabios de la tribu”. (Villegagnon ou a utopia tropical, Revista Historia volumen 27, n° 1)
Diferentes de los pacíficos tupiniquins, los tupinambas eran guerreros y antropófagos – el alemán Hans Staden que estuvo ocho meses y medio prisionero de los indios tupinambas relata en su libro “Viagens e aventuras no Brasil” publicado en 1557, los momentos difíciles y terribles por los cuales pasó con los indios, comedores de gente.

Los tamoios usaban tacape y el oropá, un escudo de cuero de piel del tapiriçu. Aprendieron con sus aliados franceses a manejar el arcabuz, eran excelentes guerreros, solían pasar la sangre de los enemigos por los cuerpos de sus hijos para hacerlos valientes. Creían en los espíritus, cuyo más importante era “Anhamgá’ que visitaba las sepulturas para comer difuntos. Fabricaban harina de mandioca, comían la yuca asada y el arati, usaban un sonador llamado maracá, fumaban una especie de cigarro hecho de hojas de petim, se servían de las hojas del cajuá para hacer sopa y les encantaba comer zapallo.

Mientras la relación entre los tamoios y los franceses era amistosa y cordial – los protestantes calvinistas de Villegagnon trataban más respetuosamente a los indios que los católicos portugueses – la relación con los descubridores lusos era odiosa y violenta. De la lucha entre los invasores franceses y los colonizadores, los tamoios se aliaron a los primeros, con quien firmaron una alianza contra los portugueses y sus aliados temiminos. Aimberê, hijo de Cairuçu tras la muerte de su padre por la mano de los portugueses, reune los jefes indígenas en la famosa confederación de los tamoios.